lunes, 10 de marzo de 2014

Barra de bar



 Todo comenzó en aquel bareto que está situado entre una sucursal de un banco cualquiera y el callejón donde las putas atienden a sus clientes, mas adelante al recordar ese día, me hizo mucha gracia pensar que allí me habían quitado algo mas valioso de lo que podían haber robado en aquellos otros dos sitios juntos.
Aquella noche, entré por aquella puertecita roja escapando del viento y la fría lluvia que suele soplar por el norte de España en esta época, en ella había colgado un cartel que recibía a los posibles clientes con esta frase: “De aquí saldrás con menos de lo que entraste”, no le di mucha importancia al cartel y solo hice caso a mi estomago vacío que pedía una taza de café o sopa caliente y algún trozo de tortilla recalentada.

Nada mas entrar, lo primero que me llamó la atención fue la poca iluminación de la que disponía el local, a decir verdad la única fuente de luz que había eran un par de lámparas encima de la barra, unos neones viejos en la zona de las mesas y el cigarrillo de un tipo que estaba apurando su cuarta cerveza.
Me dirigí con paso rápido a una de las mesas que se encontraba en la esquina mas alejada de la puerta y me senté en la silla que tenía menos pinta de romperse. Hasta que no entre en calor, no me di cuenta de que había atraído la mirada de los escasos clientes del bar que nada mas sentarme empezaron a cuchichear entre ellos y a reírse como hienas, desde mi sitio se podía observar todo el antro y gracias a uno de los neones que estaban encima de mi pude darme cuenta de que aun no habían hecho la revisión al único extintor del que disponían en aquel sitio perdido de la mano de Dios, esto no hizo que me sintiese mucho mas seguro, sobretodo porque en caso de incendio, en mi opinión, la causa mas probable sería el cortocircuito de los neones que estaban sobre mi cabeza, por el mal estado en el que se encontraba la instalación eléctrica.

En realidad no todas las personas de la sala se fijaron en mi, un rostro protegido por un gorro de lana del que caían unos mechones rojizos seguía mirando una copa medio vacía de lo que pretendía ser un ron con coca-cola. Cuando el camarero, que era un hombre que rondaría los sesenta años, me vino a tomar nota yo estaba tan distraído pensando en lo que aquella chica podría estar haciendo en un lugar como aquel que sin darme cuenta pedí un ron con coca-cola, cuando el camarero repitió la orden mas alto la chica de la barra giro levemente la cabeza en nuestra dirección, seguramente porque ¡HABÍA PEDIDO LO MISMO QUE ELLA! Me moría de vergüenza y encima, por no llamar mas la atención haciendo dar la vuelta al camarero, me tuve que conformar con algo que en realidad no quería y que además estaba frío de cojones.

Tras dar el primer sorbo a aquel carámbano de hielo y comprobar que me habían dado garrafón del malo, aparté la copa y me puse a intentar adivinar de que cielo se había caído aquel ángel, que mas que una persona, en aquel momento parecía una estatua clavada en aquel taburete carcomido por los años.
Podía ser un cliente habitual, un transeúnte, que como yo escapaba de la lluvia o hasta una de las profesionales que obraban en el callejón contiguo y esta fuera su hora de descanso, si es que las pobres desdichadas tienen de eso. No se si sería yo que estaba aburrido y trataba de hacerme pajas mentales con una historia mas dramática de lo que pudiera ser o que mi intuición me decía que aquella pelirroja escondía algo mas de lo que a primera vista se pudiera apreciar y que aquel motivo la había llevado hasta allí.
Mientras yo miraba su gorrito de lana blanca, ella termino de un trago lo que le quedaba de aquel brebaje y se levanto, yo me sobresalte y deje de mirarla directamente, ella se giro y de reojo pude ver como se dirigía al baño, que obviamente estaba en la ultima puerta del fondo a la derecha, desapareció tras aquella puerta de letrerito rosa durante unos diez minutos.
 Al salir ya no llevaba el gorro puesto en la cabeza y se le podía ver perfectamente el rostro, al pasar a mi lado giro la cara y me miro fijamente sin detenerse, yo no pude evitar mirarla directamente a los ojos, eran azules, pero no un azul normal sino un azul intenso y penetrante en los que hasta el marinero mas experto se ahogaría, con solo una mirada de unos escasos segundos había conseguido violarme el alma y dejármela marcada con un hierro al rojo vivo, su piel era muy clara, parecía hecha de porcelana, esta estaba salpicada de pequeñas pecas por encima de su pequeña nariz y a lo largo de las sonrosadas mejillas.
¿Qué hacía allí esa chica? ¿Cómo y por qué habría de entrar alguien así en el “gueto” de la ciudad? la zona marginal por la que solo pasaba la policía si era estrictamente necesario, si no fuera por una buena causa.
La chica se volvió a sentar en el taburete y esta vez pidió una cerveza, lo hizo en un tono tan bajo que no pude oírla claramente desde mi sitio, cuando fue a sacar el dinero de su bolsillo derecho, un par de monedas se le resbalaron de entre las manos y fueron rodando desafortunadamente hasta debajo de la mesa que tenía detrás de ella, en la que estaba sentado el hombre del cigarrillo que ya iba por la sexta cerveza y que seguramente no dudaría en pedir una séptima. Este al ver las monedas tan al alcance de su mano se agachó a recogerlas al tiempo que la muchacha se acerba para recuperar su dinero, el borracho estiro tanto el brazo que se desequilibró cayendo al suelo y causando un gran estruendo. La chica al ver al pobre hombre allí tirado se apresuro a ayudarlo a ponerse en pie, cuando este se estaba levantando con ayuda de la preciosa mujer no dudo en alargar la mano tocándole el culo descaradamente y a manos llenas, esta al notar aquellas manos en su trasero soltó rápidamente al hombre, que se tambaleo y habría vuelto a caer sino fuera por que se cogió al canto de la mesa, la muchacha dio dos pasos atrás asustada y acto seguido salió corriendo por la puerta.
Yo observe atónito la escena desde mi sitio, había pasado todo muy rápido, en un visto y no visto aquella hermosa muchacha de ojos azules y pelo cobrizo ya no estaba, se había esfumado. Aquel pervertido borracho se volvió a sentar esta vez con una sonrisa de triunfo en la cara y se empezó a reír mientras retornaba a su tarea de intentar agotar toda la cerveza de aquí a Roma al mismo tiempo que se encendía otro cigarro.
Nadie se había percatado de un asunto importante, ni el camarero que lo tenía delante de los ojos, ¡SE HABÍA DEJADO EL GORRO! Estaba encima de la barra al lado de la cerveza aun sin empezar que minutos antes acababa de pedir. En la calle seguía lloviendo, mas incluso que cuando entré, así que decidí que esta era mi oportunidad de conocerla y saber quien era, ahora o nunca me dije. Me levante decidido de mi mesa y fui hasta la barra, recogí el gorro guardándomelo en un bolsillo interior dentro del chaquetón, también pague mi consumición que seguía ahí, casi intacta, con el único sorbo que yo le había dado y me dispuse a salir por la puerta.

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