Ulises despertó a una hora de la tarde a la que el sol ya se ponía tras las colinas del valle. Las sabanas estaban empapadas del sudor de un mal sueño. Se levanto entre gruñidos y bostezos estirando el cuerpo mientras se rascaba bajo el calzoncillo, fue andando hasta la cocina entre montones de ropa sucia y saltando a su fiel amigo, un perro labrador de considerable tamaño y aspecto panchón, este estaba tendido en el suelo con la panza hacia el techo, ajeno a todo mal.
Al entrar en la cocina, el reloj colgado de la pared le hizo recordar algo, esa noche había quedado con Sofía para cenar. Le quedaban 45 minutos para prepararse y cruzar la ciudad, tenía que darse prisa, no la quería hacer esperar, ya sabía lo poco que le gustaba a Sofía tener que meter la comida en el microondas.
*Ducha, camisa, vaqueros, pelo y calzado. CORRE*
Al salir a la calle se sorprendió de la rapidez con la que había conseguido prepararse y todo ello sin equivocarse de calcetines. Ahora venía la parte difícil, tenía que conseguir que todos los semáforos se pusieran de acuerdo en dejarle pasar. Pisó el acelerador y tras varios ámbars saltados llegó 5 minutos adelantado, lo justo para comprar una botella de vino tinto para la cena. Que suerte.
Ya en el portal, Ulises llamó al timbre y y una voz dulce contestó:
-Sube, te dejo la puerta abierta.
Los nervios de las prisas se habían dispersado y ahora lo único que le apetecía era pasar una noche agradable con Sofía. Era la primera vez que subía a su casa y no sabía muy bien que se encontraría allí, aunque seguro que ni se acercaba a como era la leonera en la que se había convertido su apartamento.
Cuando salió del ascensor, se encontró con la casa abierta. Salía un riquísimo olor a salmón a la plancha.
Entró y cerro la puerta tras de sí, fue directo a la cocina, allí no había nadie, solo estaba él y efectivamente, dos platos con salmón y verduras a la plancha.
Aun no había abierto la boca cuando unas manos le taparon los ojos desde su espalda, acto seguido se giró y allí estaba, esplendida, preciosa, sonriente y... en albornoz. Este le llegaba por encima de la rodilla, dejaba ver sus largas piernas e iba un poco suelto haciendo que sus voluptuosas curvas se marcasen insinuantes.
-Jo chico -dijo ella con una sonrisa picara en la cara- me has pillado saliendo de la ducha, no pensaba que fueras a llegar tan pronto.
-Bueno, ahora que he llegado agradezco el haber corrido, no me habría perdido esto por nada del mundo.
-Espero que no te hayas cansado, aun queda mucha cena por delante. Espérame, voy a ponerme algo menos adecuado para este momento.
Acompañó este último comentario con un guiño y desapareció tras la puerta de su habitación.
-Bueno, iré abriendo esta botella -pensó Ulises en voz alta.
Al acabar de servir ambas copas, Sofía salió aun mas magnífica que antes, llevaba puesto un vaquero ajustado y una camiseta suelta.
-Chiquilla -dijo él- si por mi fuera pasaría directamente al postre, estás muy sexy.
-La verdad es que yo no tendría ningún problema, pero la cena se va a enfriar y me acabo de poner los pantalones, no me los quieras quitar tan pronto.
Llevaron los platos y las copas a la mesa del salón que ya estaba preparado para cenarse el uno al otro. No faltaron miradas insinuantes y palabras con doble sentido mezcladas con risas y caricias bajo la mesa.
-¿Sabes? Esta tarde tuve una pesadilla -dijo él- y salias tu.
-¿En serio? Entonces habrá sido un buen sueño, no una pesadilla.
-Seguramente habría sido así si en el sueño no te hubiera perdido, salias corriendo y no podía alcanzarte.
Al escuchar esto Sofía se levanto, se acerco a Ulises y le dijo:
-Pues ahora estoy aquí y estoy entera para ti.
Le pasó una pierna por encima y se sentó en su regazo mirándole fijamente a los ojos.
-Mírame -siguió ella- ya no estoy corriendo y si lo hago lo haré contigo.
Terminó estas palabras cerrándolas con un beso largo y cargado de sentimiento sobre los labios de Ulises.
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