Sofía le tenía el cuello rodeado con sus brazos y se aferraba a él como si fuera a escaparse de un momento a otro, Ulises agarraba con las manos las caderas de Sofía mientras la besaba con dulzura, con pasión, como si fuera la última vez.
Ella le mordió el labio y tiró un poquito de él, tan sensual como siempre, y le dijo:
-Veo que tenías ganas del postre, pero... no está en la mesa.
Ulises se levanto con ella en brazos y la puso sobre la mesa.
-Ahora si ¿A que soy un buen camarero? -Bromeó él.
Aunque no lo dijeran, los dos tenían muchas ganas de estar juntos, llevaban casi nueve días sin verse y las ganas aumentaban con cada whasapp que se mandaban a lo largo del día.
Ella, aun sobre la mesa, tiro del pecho de su camisa hasta hacerlo caer sobre sí y le rodeó con las piernas. Ulises contestó a esta provocación atacando uno de sus puntos débiles, el cuello. Primero lo besó y lo mordió despacio, desde la base hasta detrás de la oreja, a él le encantaba hacerlo y sobre todo el olor de su perfume, le recordaba el primer día que habló con ella en aquel bar. Esto hizo que Sofía cerrara los ojos y se mordiera el labio inferior, le odiaba y a la vez le quería, el muy perro sabía lo que le gustaba y se aprovechaba de ello, aunque no era un problema... en absoluto.
Ulises fue bajando aun mas, hasta el pecho, y no dejaba un hueco sin besar o morder. El roce de su piel despertaba en él su fuerza mas profunda y acrecentaba sus ya perversos pensamientos de bestia.
-Quítatela -le dijo- quítate la camiseta, no me gusta, no pega con la decoración.
Sofía empezó a levantarla despacio, dejando ver poco a poco lo que tanto le gustaba a él.
Era perfecta, le gustaba tanto con ropa como sin ella, pero claro, sin ella todo era mucho mas divertido. Sus curvas, en aquel momento, era todo lo que quería acariciar. Siguió bajando hasta encontrar la unión del sostén en el pecho y sin pensar y con un rápido movimiento de su mano derecha, lo desabrochó haciéndolo caer por los brazos de Sofía hasta el suelo.
Ella se cubrió con ambos brazos, quería jugar, pero Ulises no quería jugar, la quería a ella, poseerla, invadirla, agotarse mutuamente. Agarro sus brazos, los sujetó con fuerza contra la mesa y se apoyó encima de ella mientras mordía y chupaba sus sonrosados pezones.
Cuando ella se relajó, que no fue a mucho tardar por el placer, él siguió bajando hasta su ombligo sin dejar por el camino un centímetro libre de pecado o saliva.
Al seguir bajando y tocar el borde del pantalón, Sofía le apartó y le dijo:
-Eeeh, esto no es justo, te sobra ropa poeta.
Ulises no necesitaba dar una contestación, fue desabrochando los botones de su camisa a cuadros, mientras Sofía, tendida en la mesa, miraba con atención. Lo estaba violando con la mirada y con cada botón mas aun. Podo ver el fuerte torso de Ulises y su piel tostada bajo el sol del mediterraneo. Lineas definidas, angulares, firmes... Un extra que la volvía loca.
Al quitar el ultimo botón, le lanzó la camisa a la cara y cuando ella se descubrió ya lo volvía a tener entre su ombligo y su pantalón dando guerra, desnudando fronteras, rompiendo trincheras, todo un soldado del verso armado del verbo sexo.
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