Sofía contestó al mensaje de Samuel: "No te preocupes,ven, puedes pasar aquí la noche"
Con otro mensaje le indicó la dirección de su piso y al poco le tuvo que abrir la puerta de casa. Venía cargando con una pequeña maleta de viaje.
-Pasa -dijo Sofía- me iba a ir ya a la cama ¿Has cenado algo?
-Si si, comí en el kebab de aquí abajo, espero no molestar, mañana me iré temprano, tengo que coger un vuelo, te lo agradezco mucho, después de lo de esta tarde no sabía que me contestarías, no conozco a nadie por la ciudad y no sabía a quien recurrir.
-Tranquilo, puedes dormir en el sofá, es una putada que perdieras la cartera con el dinero.
Sofía le dio unas mantas y una almohada para que pudiera acostarse en el sofá.
-¿Sabes? Me parece una excusa muy buena para meterte en mi casa, espero que no seas un violador.
-Tranquila, estoy seguro de que si intentase algo, no sería violación.
Acompaño este comentario con una sonrisilla mientras se quitaba la camiseta.
-Mmmm... creeeoo queee...-tartamudeo Sofía- creo que yo me voy a dormir.
Cuando se giró, Samuel la agarró por la cintura, le dio la vuelta apretándola contra su cuerpo y le empezó a morder el cuello.
-Samuel... yo... ¡nooo! no puedo, ya te lo dije... estas buenísimo, pero... no puedo... lo siento.
-Si, es cierto, me he dejado llevar... dormir será lo mejor.
Sofía se le quedó mirando mientras se acostaba en el sofá, después dio media vuelta hacia su habitación con los remordimientos aun mas a flor de piel. Estaba dejando dormir a un hombre en su casa, el cual ya había intentado seducirla en varias ocasiones, ¿Dónde cojones estaría Ulises? Esto con él no pasaba...
-¡Buenas noches! -dijo Samuel desde el salón.
Sofía se acostó, pero no podía pegar ojo, pensaba en Ulises y en Samuel, tenía loca la cabeza. Después de no se cuantas vueltas, idas, venidas y giros en la cama, Sofía se quedó dormida y empezó a soñar:
Estaba en su cama, desnuda y con una finísima sabana por encima, al lado tenía a Ulises, le pasó la mano por el hombro y lo despertó. Empezaron a besarse y a hacer el amor, cerraba los ojos, apretaba los puños y mordía la almohada que tenía al lado, Ulises la poseía y la cubría con su cuerpo. En el momento máximo de placer, Sofía abrió los ojos y miró a Ulises, pero ya no era él, se había transformado en Samuel y no podía o mas bien no quería pararlo, terminaron los dos tumbados y exhaustos.
Al día siguiente el despertador sonó otra vez, como siempre, para Sofía. Abrió los ojos y se incorporó en la cama, notó un bulto extraño al lado, era Samuel, estaba tendido en la cama desnudo y boca abajo, no se lo podía creer, estaba confusa y no entendía nada, si había sido solo un sueño ¿Por qué estaba allí Samuel? Este se despertó, la vio allí mirándole y dijo:
-¿Estás bien?
-No lo se ¿Qué ocurrió anoche?
-No parabas de gritar en sueños, así que vine a ver que te pasaba, cuando intenté despertarte, abriste los ojos, me tiraste en la cama y... bueno... eso...
-¡Dios! ¿Qué he hecho...? -tartamudeó Sofía- te tienes que ir, esto no ha debido suceder.
Después de un desayuno en silencio, los dos se prepararon y salieron a la calle dispuestos a separarse y a no volverse a ver, o al menos esa era la intención de Sofía. Sin despedidas, sin besos, Sofía solo quería irse, escapar, ir a algún lugar corriendo, pero no, tenía que ir a trabajar.
De camino, su teléfono sonó, era Luis, el compañero de Ulises en la panadería.
Con otro mensaje le indicó la dirección de su piso y al poco le tuvo que abrir la puerta de casa. Venía cargando con una pequeña maleta de viaje.
-Pasa -dijo Sofía- me iba a ir ya a la cama ¿Has cenado algo?
-Si si, comí en el kebab de aquí abajo, espero no molestar, mañana me iré temprano, tengo que coger un vuelo, te lo agradezco mucho, después de lo de esta tarde no sabía que me contestarías, no conozco a nadie por la ciudad y no sabía a quien recurrir.
-Tranquilo, puedes dormir en el sofá, es una putada que perdieras la cartera con el dinero.
Sofía le dio unas mantas y una almohada para que pudiera acostarse en el sofá.
-¿Sabes? Me parece una excusa muy buena para meterte en mi casa, espero que no seas un violador.
-Tranquila, estoy seguro de que si intentase algo, no sería violación.
Acompaño este comentario con una sonrisilla mientras se quitaba la camiseta.
-Mmmm... creeeoo queee...-tartamudeo Sofía- creo que yo me voy a dormir.
Cuando se giró, Samuel la agarró por la cintura, le dio la vuelta apretándola contra su cuerpo y le empezó a morder el cuello.
-Samuel... yo... ¡nooo! no puedo, ya te lo dije... estas buenísimo, pero... no puedo... lo siento.
-Si, es cierto, me he dejado llevar... dormir será lo mejor.
Sofía se le quedó mirando mientras se acostaba en el sofá, después dio media vuelta hacia su habitación con los remordimientos aun mas a flor de piel. Estaba dejando dormir a un hombre en su casa, el cual ya había intentado seducirla en varias ocasiones, ¿Dónde cojones estaría Ulises? Esto con él no pasaba...
-¡Buenas noches! -dijo Samuel desde el salón.
Sofía se acostó, pero no podía pegar ojo, pensaba en Ulises y en Samuel, tenía loca la cabeza. Después de no se cuantas vueltas, idas, venidas y giros en la cama, Sofía se quedó dormida y empezó a soñar:
Estaba en su cama, desnuda y con una finísima sabana por encima, al lado tenía a Ulises, le pasó la mano por el hombro y lo despertó. Empezaron a besarse y a hacer el amor, cerraba los ojos, apretaba los puños y mordía la almohada que tenía al lado, Ulises la poseía y la cubría con su cuerpo. En el momento máximo de placer, Sofía abrió los ojos y miró a Ulises, pero ya no era él, se había transformado en Samuel y no podía o mas bien no quería pararlo, terminaron los dos tumbados y exhaustos.
Al día siguiente el despertador sonó otra vez, como siempre, para Sofía. Abrió los ojos y se incorporó en la cama, notó un bulto extraño al lado, era Samuel, estaba tendido en la cama desnudo y boca abajo, no se lo podía creer, estaba confusa y no entendía nada, si había sido solo un sueño ¿Por qué estaba allí Samuel? Este se despertó, la vio allí mirándole y dijo:
-¿Estás bien?
-No lo se ¿Qué ocurrió anoche?
-No parabas de gritar en sueños, así que vine a ver que te pasaba, cuando intenté despertarte, abriste los ojos, me tiraste en la cama y... bueno... eso...
-¡Dios! ¿Qué he hecho...? -tartamudeó Sofía- te tienes que ir, esto no ha debido suceder.
Después de un desayuno en silencio, los dos se prepararon y salieron a la calle dispuestos a separarse y a no volverse a ver, o al menos esa era la intención de Sofía. Sin despedidas, sin besos, Sofía solo quería irse, escapar, ir a algún lugar corriendo, pero no, tenía que ir a trabajar.
De camino, su teléfono sonó, era Luis, el compañero de Ulises en la panadería.
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