jueves, 8 de mayo de 2014

Ella es Sofía Nº 2.7. ¿Es este nuestro final?

La mañana ya estaba vieja cuando Ulises se despertó. Había dormido mas de diez horas pero aun se sentía muy cansado físicamente,  la noche había sido larga, un despertar continuo, una y otra vez, pesadilla tras pesadilla para volver a caer rendido en la almohada. Sentía como si el tiempo no pasase y las afiladas manecillas del reloj le pincharan el craneo, daba vueltas bajo la fina sabana que le cubría el cuerpo y el mundo giraba con él. No paraba de pensar en todo lo que había sucedido en estos últimos días, para él solo significaban un par de segundos o igual un par de vidas. Reflexionaba sobre la fragilidad de la vida, como en un segundo puedes pasar a ser pasto de gusanos o verte arrastrado a la oscura soledad. También se sentía traicionado y humillado, su vida había perdido todo el sentido que podía llegar a tener, pues la razón por la que él estaba allí había preferido liarse con un desconocido... Sofía... Sofía... Sofía...
El pitido del teléfono le sacó de su mundo de demonios y fantasmas de una patada, lanzándolo de pleno a la realidad de su vida, porque... Era su vida ¿no? Empezaba a dudarlo, esto parecía una broma macabra del destino que jugaba con él como una pelota a la que se golpea contra una pared con clavos. Para colmo y mas regocijo de lo que fuera que se burlase de él, la compañía telefónica le ofrecía entrar en un sorteo de un crucero por el mediterraneo si el y su pareja se pasaban a contrato, era hasta gracioso...

Cuatro y media de la tarde y la televisión solo ofrecía películas basura de clase B mientras el sofá, en otro tiempo un gran amigo, se le clavaba en la espalda intentando echarle dando en él, amor de muelle. El único que siempre estaba ahí y parecía notar su estado anímico era su peludo amigo, apoyaba su hocico en las rodillas de Ulises mientras gemía, le miraba como si comprendiese que le sucedía a su amo y tratase de consolarlo.
Dante, que así se llamaba el perro, se las había apañado muy bien solo todos estos últimos días, siempre conseguía abrir la despensa donde Ulises guardaba sus deliciosas croquetas y el agua de vater siempre era una opción para beber, aunque luego le diera dolor de estomago, los desechos eran un misterio, Ulises aun esperaba abrir un armario y encontrarse allí entre sus zapatos el pastel ya reseco.

Seis y media de la tarde y aun no sabía si acudiría a la cita con Sofía, él sabía que ella iba a estar allí, fuera o no fuera él. Aquel rincón al anochecer se convertía en un lugar único, casi mágico, el viento no se asomaba por allí y solo se dejaba notar una suave brisa, pues estaba metido entre dos muros de piedra a la orilla del mar, la luz del sol rebotaba en el agua y la convertía en un espejo de luz, era su lugar preferido para estar, los dos podían pasarse horas allí metidos haciendo cualquier cosa, juntos o separados aquello era un remanso de paz, era El Lugar, El Sitio, "Nuestro Rincón"...

Después de recoger la casa, ordenar el correo y sacar a Dante a pasear, Ulises decidió ir. Ocho y media y ya estaba listo, los nervios le habían hecho prepararse antes de lo necesario y ahora no sabía que hacer. Andaba dando vueltas por toda la casa intentando distraerse, pero el reloj casi no se movía de su sitio. Aquello le recordaba al primer día que había quedado con Sofía en una cita, solo que en esta ocasión el origen del nerviosismo no era el mismo que en aquella ocasión. Le sudaban las manos y el estómago le daba tumbos, no paraba de mirar las manecillas del reloj y de tan nervioso que estaba debía haberse lavado los dientes al menos tres veces.

Cartera y llaves en el bolsillo derecho, el teléfono en el izquierdo y con el corazón en un puño, Ulises salió por la puerta. El ascensor le resultaba claustrofóbico y en la calle había demasiadas personas ruidosas. Normalmente el trayecto que le habría llevado recorrer unos diez minutos, esta vez le llevo el doble, era como que su cuerpo no quería enfrentarse a esa situación, mientras su cabeza le decía que debía hacerlo, el resultado entre esta lucha de intenciones eran unas nauseas y pequeños mareos repentinos que le obligaban a detenerse y tener que contener las arcadas provocadas por las mariposas moribundas de su estómago.

Justo antes de llegar al borde de la playa por donde bajaba la improvisada rampa que ellos usaban para descender, estaba en el momento de mayor tensión, deseaba al mismo tiempo que ella estuviera y no estuviera allí; apretaba la mandíbula, tensaba los músculos, estaba sudando y el estomago se le hacia nudos marineros. Siguió el sendero de hierba pisada que descendía en lateral, a su paso, se encontró con muchos recuerdos en la bajada; los árboles de los que había cogido naranjas, los pájaros que les habían observado hacer el amor bajo la luna y la hierba verde que les había servido de cama tantas otras noches de fiesta inagotable. La visión de estos recuerdos aun muy vivos en su cabeza hizo que se tranquilizase un poco y respirase profundamente cerrando los ojos.

-Como cierres mucho los ojos bajando por esa cuesta vas a acabar rodando hasta abajo como la última vez ¿Recuerdas? -le dijo una voz que le resultaba muy familiar y tremendamente dulce.

Ulises abrió los ojos y todo en su interior quedó en calma, pero con una sensación de inquietud, como un tsunami congelado delante de la costa. Allí estaba ella, de pie, mirándole, con una sonrisa compasiva y encantadora, pero sus ojos... sus ojos lo decían todo, parecían cansados, tristes, hinchados; como si hubiera estado llorando escasos momentos antes, le decían todo lo que quería saber y lo que no, no podían disimular lo que la sonrisa trataba de hacer.

Al acercarse, Ulises le puso la mano derecha en la mejilla y le acaricio con los dedos.
 -¿Te encuentras bien chiquilla?

Tras esta pregunta se produjo un silencio en el que los dos se miraron a los ojos sin saber que contestar pues ninguno lo sabía realmente. Se querían mucho y se odiaban por igual, aunque ninguno lo dijese, los dos lo pensaban. La conversación tuvo muchos "estancamientos" similares, hablaron de todo lo ocurrido, de lo que pensaban y sentían; miedo, añoranza, celos, pasión...
aa
 -¿Es este nuestro final, Ulises? ¿Todo acabará aquí, donde empezó?
 -Puede que no sea nuestro final...- contestó él- puede que un nuevo comienzo, diferente.
 -En otra ocasión no me atreví a decírtelo, pero ahora no tengo miedo, Ulises te...
 -Te quiero Sofía -le interrumpió él- te quiero mas que a nada y a nadie que haya tenido en mi vida.

Se besaron, como nunca antes, mientras se les caían las lágrimas, sonreían y se volvían a besar, el cogía su cara y ella estaba agarrada a su cintura. Mientras, el sol descendía plenamente por el horizonte marino.


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