Hace frío pero aun así me remango la sudadera. Ya es tarde y en la calle no hay nadie, solo de vez en cuando algún alma perdida que anda vagando y que al pasar a mi lado no me mira a la cara. A algunas personas les asusta la oscuridad, a mi me da mucho tiempo para pensar y eso en realidad es lo que me asusta, me asustan mis pensamientos, me asusta lo que ellos puedan hacer conmigo... Meto las manos en los bolsillos de la sudadera y dentro encuentro una goma de borrar, que curioso, no recuerdo haberla metido ahí. Continuo caminando con mucho cuidado de solo pisar las lineas blancas en los pasos de cebra; uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ya he llegado al otro lado del abismo peatonal. El muñequito rojo me dice que no lo haga, el verde que si, yo no les hago caso y cruzo sin mirar a los lados ¿Qué mas da...?
Echo de menos mi música, en estos momentos siempre me ayuda muchísimo a sobrellevar el peso de la oscuridad. Hay noches que pesa demasiado y necesito sentarme en cualquier sitio, apoyar los codos en las rodillas y meter la cara entre las manos; me hace perder el aliento, me falta el aire, no puedo respirar ¡AAAAH!
Me levanto y sigo caminando, dirección a mi casa, o eso creo. Es raro, ya no me llaman para saber donde estoy, solo para saber cuando voy a volver y empezar molestar. Una luz azul inunda la calle y proyecta mi sombra sobre el suelo; alargada, estrecha y oscura, vuelvo la mirada y un coche patrulla pasa a mi lado. No tengo nada que ocultar que ellos sepan, aun así me pongo la capucha y miro las lineas de la acera. Nadie se fija en las lineas de la acera...
¿De quién serán esos chicles? ¿Cuándo, cómo y por qué se habrán caído? Son como las estrellas del cielo... en el suelo, como los lunares de su cuerpo... en el suelo, como el sabor de muchos besos... en el suelo. Antes serian blancos, rosas, verdes, azules, amarillos pero ahora están corrompidos, la noche destiñe y los tinta negros. También hay muchas hojas, son amarillas amarronadas o marrones amarillentas, ellas son mas libres que los chicles, no se atan al suelo, se mueven con el viento. Es tan bonito verlas bailar unas con otras en el aire, entre las farolas, marquesinas y papeleras, que me dan ganas de convertirme en un hoja de un árbol caduco.
¿Qué hora será? No tengo batería en el teléfono y siempre que miro a un reloj callejero este marca la temperatura nocturna, parece que observan mis movimientos y no me dejan ver el avance del tic tac. Voy saltando de alcantarilla en alcantarilla, como si de pequeñas islas en un mar de lava se tratase. Nunca me quise quemar pero contigo sentí el calor del fuego como nunca.
El ritmo de mis pasos y el ronroneo de las maquinas expendedoras hace que pierda la noción del tiempo y de la distancia recorrida, mis pies se mueven solos y parece que saben a donde van, yo me dejo llevar, no tengo prisa. Derecho, izquierdo, derecho, izquierdo, rrrrrrhhh, derecho, izquierdo, derecho, rrrhhrrrh, izquierdo, derecho, izquierdo, derecho... Me apetecen gominolas, ya no hay papel de liar y la luz de las patatitas F8 no funciona.
Desde hace un rato un olor raro me acompaña. Me miro la suela de los zapatos y no veo nada extraño que pudiese ser el causante de tal olor. Puede que lo que huela mal sea mi conciencia, remordimientos por algo, por alguien, por ti, por ella, por aquello, por nada... El camino está tan lleno de recuerdos que es imposible que no duela, cada paso es un recordatorio de mi propia estupidez; de mi continua, sobresaliente y profunda estupidez. Lancé tantos besos al aire que no tuvieron respuesta que me quedé sin labios con los que poder beber hasta emborracharme para olvidarlo todo. Hablando de besos y alcohol, el puticlub Labios está abierto, paso por delante y las putas al verme ni se molestan en intentar piropearme.
Farola tras farola me sigo acercando a donde sea que estuviera yendo, un par de delirios mas y supongo que habré llegado. En cada calle veo una caricia furtiva, una mordida en el cuello, una despedida alargada por los besos; todas esas cosas que querría que hubiese pero que no existen. Intento esquivar estos pensamientos metiéndome por una paralela pero no hay manera de librarme de ellos; allí fue cuando pase mi mano bajo tu falda, en aquella esquina cuando nos cruzamos por segunda vez y tu ibas con un gorrito de lana, o en aquella otra donde me mordías el labio con tantas ganas.
El único que parece saber lo que me pasa es el sereno, acostumbrado a verme volver a casa con las manos en los bolsillos, siempre por el mismo camino y siempre con el mismo rostro. Me mira y me dice "Buenas noches, la siguiente será la buena". Yo le contesto con una leve sonrisa. Sabe que cada noche salgo a buscarte por los portales y que no te encuentro, que acabo tirado y que hay noches que no vuelvo, que me meto en la cama, doy mil vueltas y no me duermo, que de pensarte son las ojeras que tengo.
La llave pequeña para el portal. Subo los escalones a oscuras para no vernos allí sentados pegados a la pared comiéndonos los labios. Cuarenta y dos escalones con la mano en la misma barandilla en la que dejábamos la ropa y la vergüenza.
La llave grande para la casa. Ahora el suelo me dice "Bienvenido" y yo lo que quiero es largarme, salir otra vez y buscarte. Dos vueltas de cerrojo, todo a oscuras, entro, todo a oscuras, por el pasillo, todo a oscuras. No quiero pensar, me estalla la cabeza. Conecto el teléfono, lo enciendo y pongo la alarma. Buenas noches, la siguiente será la buena.
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